Hay que ver la posidonia si dará que hablar en la actualidad, y digo en la actualidad porque hasta hace unos años no sabían qué era nada más que los biólogos.
Resulta que esta planta, que la ha conocido de siempre toda persona cercana al mar y que calificaba como alga, se ha convertido en el mayor indicador sobre la salud del Mediterráneo. Sin embargo, este punto de control es ya el que mayor confrontación política produce entre las distintas administraciones, y hablo del caso valenciano en particular.
El Ministerio de Medio Ambiente y la Generalitat llevan desde que cambió el Gobierno en España debatiendo y enfrentándose a cuenta de esta plantita, dicho con todos mis respetos, lo que es paradójico si se piensa que hace unos años ni se tenía en cuenta.
Pues bien, por un lado tenemos la defensa a ultranza que hace el Gobierno Valenciano de la posidonia frente a la salmuera que producen las desaladoras. Según la Generalitat, lugar donde se pone una de estas plantas de producción de agua potable, lugar donde desaparece la flora marina. Sin embargo, el ministerio y los técnicos recuerdan siempre que hay soluciones técnicas apropiadas para evitar el daño, como alejar los sumideros de la costa y colocar difusores. Con ellos, según sus estudios, la salinidad del agua en las zonas de expulsión es prácticamente igual que la del resto del mar.
Obviamente, detrás de este enfrentamiento se encuentra la política hídrica que sostienen los dos principales partidos políticos, el PSOE y el PP. El primero apuesta por las desaladoras frente al derogado trasvase de aguas del Ebro, mientras que el segundo ve como única opción conseguir agua de ese río.
Así, primera utilización política de esta digna planta marina.
Frente a esta situación, el Ministerio de Medio Ambiente no se ha cruzado de brazos y ha pasado a la ofensiva. Habrán pensado: "Si ellos defienden la posidonia porque es una señal del buen estado del mar, porque es una comunidad turística que vive de él, vamos a defenderla nosotros también, más de lo normal". Vamos, casi como una huelga de celo o una huelga a lo japonés.
Por ello, nos encontramos ahora que el ministerio que dirige Cristina Narbona ha puesto sus ojos en la ampliación del Puerto de Valencia. Esta nueva infraestructura, necesaria para que el recinto portuario valenciano continue liderando el transporte de mercancías por el Mediterránso, ha sido defendida e impulsada por la Generalitat. Según Medio Ambiente, si las obras dañan la flora marina las paralizarán, y adiós a este proyecto.
Segundo enfrentamiento entre ambas administraciones, en un ciclo que no se sabe cuando llegará a su fin.
Ni la posidonia es tan sensible ni hay que desentenderse de ella. Como todo en este mundo amenazado por el avance y el progreso económico, tecnológico e industrial de la humanidad, hay que respetar el medio ambiente. Sin embargo, éste no debería ser objeto de lucha entre políticos, como tampoco lo debería ser el terrorismo, dado que todos nos jugamos algo con él.
¿Quién sabe si habrá alguna planta en el Mediterráneo dentro de 20 años?
PS